viernes, 20 de noviembre de 2009

UN DÍA TÍPICO EN LA VIDA DE UN ABORTISTA

Una entrevista recientemente publicada por el periódico Los Angeles Times reveló la fea realidad del negocio del aborto en EEUU. El periodista entrevistó al abortista William F. Harrison,que ya tiene 70 años, pero que continúa practicando abortos en un centro de Fayetteville, Arkansas; porque no han podido encontrar quien le reemplace. Ahora es más difícil en EEUU encontrar médicos que estén dispuestos a dedicar su carrera a matar niños antes de su nacimiento.

Desde el 22 de enero de 1973, fecha en que fue emitido el fallo del Tribunal Supremo de EEUU que legalizó el aborto a petición durante todo el embarazo en toda la nación, Harrison estima que ha matado al menos 20,000 seres humanos antes de que pudieran nacer.

En EEUU la gente ha comenzado a ver el aborto a petición a través de todo el embarazo, como lo que es: la matanza indiscriminada de más de 3,000 bebés cada día. Más personas se han dado cuenta de que muchas mujeres se practican más de un aborto, y utilizan el aborto como método de control de la natalidad. También saben que las mujeres ahora se practican abortos en las últimas etapas del embarazo. Cada día más estadounidenses se dan cuenta también de que el aborto es un experimento social que ha fracasado, y que está dejando una estela de cadáveres y de vidas devastadas.

El abortista Harrison admite en el artículo de Los Angeles Times: “Estoy destruyendo vidas”. Se ha dado cuenta de que el público cada vez se opone más al negocio del aborto. El artículo describe un día típico en la vida de este hombre, que dejó su carrera como obstetra en 1991, para dedicarse solamente a matar bebés por nacer. De la forma en que Harrison describe su trabajo, usted pensaría que es un misionero cristiano. Dice que gracias a él, sus pacientes “nacen de nuevo” y añade : “Tratamos de que ella nunca se sienta culpable por lo que piensa que debe hacer.” Atrévase a decirle eso a millones de padres y madres de bebés abortados, que darían cualquier cosa por tener a sus hijos de nuevo.

En el centro de abortos donde Harrison mata bebés no nacidos, a una jovencita la han amarrado a la mesa de operaciones; quizás el abortista teme que ella cambie de idea y se vaya. Le administran un sedante para que no recuerde “el procedimiento”. Veinte minutos más tarde, su bebé está muerto y friamente se deshacen de él. Harrison lleva a cabo el aborto por cualquier motivo o sin motivo alguno, pero sólo hasta las 26 semanas de desarrollo. Después de esa etapa lo considera infanticidio. Afirma: “No es un bebé hasta que la madre me lo dice.”


Según el artículo de Los Angeles Times, otra joven llamada Amanda estaba en proceso de abortar a su bebé de 15 semanas, sin que el padre del bebé supiera que estaba embarazada. Amanda afirmó: “No estoy haciendo nada malo, porque no es ilegal”, refiriéndose al aborto que se estaba practicando. Añadió que sus oraciones “habían sido una gran fuente de fortaleza” para ella. La mayor tragedia en este caso es que ella cree que Dios la apoya para que aborte, pero no es la voz de Dios la que ella está escuchando.


Bradley Mattes


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